No nos los quitamos de la cabeza. Hijos, alumnos, pacientes, hasta el hijo de la vecina… los niños están en el centro neurálgico de nuestras vidas. ¡Ponga un niño en su vida y acabe con su tranquilidad para recuperar la emoción y el riesgo de amar! Este podría ser muy bien el cartel publicitario que ilumina nuestras vidas.

Se nos ocurren muchas razones para celebrar un día así, el Día Internacional del Niño, porque todos somos capaces de ponernos en el lugar de esas familias que tienen problemas para dar de comer a sus hijos, para darles una educación y en última instancia algún capricho. Y somos capaces porque, cuando vemos el sufrimiento de los niños, inmediatamente nuestro cerebro nos lleva al dolor, precisamente al pensar en el amor que profesamos por nuestros pequeños.

Las organizaciones internacionales enfocadas en mejorar los derechos de los niños no se han puesto de acuerdo en la fecha. Pero eso nos da lo mismo. Si hay dos fechas, mejor. El caso es que existan y que dediquen sus esfuerzos diarios a paliar en lo posible las desagradables circunstancias con las que tantos niños en el planeta tienen que lidiar.

Según Intermon Oxfan, el Día del Niño, “es una ocasión perfecta para reivindicar el cumplimiento de los derechos de los menores en el mundo”. Totalmente de acuerdo. Ellos celebran este día el 20 de noviembre.

Dependiendo de países y regiones, también el 15 de abril se celebra esta efeméride que tiene como objetivo, en general, indagar en “la fraternidad y la comprensión de la infancia en todo el mundo”, por lo que es un día en el que se programan distintas, “actividades para la promoción del bienestar y de los derechos de los niños”.

También Naciones Unidas lo celebra el 20 de noviembre.

A nosotros, como si quieren celebrar el Día del Niño, cada mes, o cada día. Cada día pensando y llevando a cabo actividades y actitudes necesarias para mejorar la vida de los niños en riesgo de exclusión. Eso sería fantástico, sería justo y necesario.