Si nos ponemos de acuerdo, quizá sí. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker ha decidido que lo de vivir con horario de verano o de invierno sea una futura decisión que dependa de cada Estado.
La decisión, que viene precedida de un largo debate sobre los pros y los contras de cada una de las dos opciones que se barajan, se basa en dar cumplimiento a un principio básico de la Unión Europea: que las decisiones se tomen lo más cerca posible del ciudadano.
Sin embargo, la controversia está servida. Recordemos que la Comisión decidía en 1981, cambiar la legislación y así obligar a todos los Estados miembros a fijar fechas concretas de inicio y fin de hora de verano, debido a los trastornos ocasionados a ciudadanos y empresas. Inconvenientes que se hicieron más evidentes a medida que se han ido integrando las economías de los Estados. Ya que, con anterioridad a esta fecha, cada miembro realizaba un cambio de hora a su libre albedrío.
Mientras tanto, seguiremos adelantando los relojes una hora en la madrugada del último domingo de marzo y retrasándolos una hora en la madrugada del último domingo de octubre.
Aunque, quizá, el próximo marzo sea el último.